Viajar a la India es siempre un impresionante caudal de sensaciones para la retina, para el gusto, para el olfato, pero también para el espíritu.
Un gigantesco país en el que lo real parece ficción y en el que los sueños y la imaginación se subliman de una manera como no ocurre en ningún otro lugar del planeta.
En esta ocasión, iniciamos el viaje en Delhi, la capital del país y puerta de entrada para llevar a cabo la inmersión perfecta en este espectacular combo de colores, ruidos, músicas y sensaciones que nos espera durante todo el viaje. Pero también un primer espacio para disfrutar de algunos de los más bellos espacios para probar la tradicional cocina india, por ejemplo.
Delhi
Paseamos primero por las calles de la ciudad antigua, el Old Delhi, en un rickshaw, con el que visitaremos la populosa zona de los gremios. A la hora de cenar, lo haremos en dos hoteles, primero en el Indian Accent y el Bukara, el mejor restaurante de comida india tradicional, donde se cocina con los hornos tandoor, unos hornos que alcanzan mucha temperatura y donde preparan los platos que degustamos.
Udaipur
Desde Delhi viajamos a Udaipur y allí nos alojamos en el impresionante hotel Taj Lake Palace, en medio del lago Pichola, en el que nos reciben lanzándonos flores y con una recepción a base de bailes con los trajes tradicionales del Rajastán y unos camareros maravillosamente vestidos. Todos los detalles están excelentemente cuidados y se respira una paz increíble. Una de las curiosidades de este hotel es la visita a la habitación donde vivía la Maharaní. También fue el hotel en el que se rodaron escenas de la película de James Bond, Octopussy.
Cenamos con el grupo a bordo del barco Gangaur, la antigua barcaza real, original. Una gran plataforma flotante se acerca al barco situado en mitad del lago Pichola. A bordo de la plataforma, una cocina flotante que nos va preparando los talis, los recipientes típicos del Rajastán donde se sirve la comida y funciona todo a modo de menú degustación. Las danzas tradicionales que disfrutamos a bordo del barco, cerca del palacio real que se ilumina, convierten la noche en algo inolvidable.
Pushkar
En el siguiente destino viviremos los momentos más místicos. Así continuamos el viaje hacia Pushkar, en mitad del desierto del Tar, donde presenciamos la Feria de los camellos, que es mitad religiosa y mitad comercial, y participamos también en la ceremonia religiosa del templo de Brahma, uno de los dos templos dedicados a Brahma en toda la India. Esta celebración religiosa coincide con la luna llena de noviembre y se trata de un momento muy especial para los hindúes. La primera vez que fui a esta feria tenía 25 años y me enamoré de la luz, el color de los saris, los diferentes turbantes de los hombres, la magia del desierto… es algo que hay que vivir al menos una vez en la vida.
Para cenar, nos trasladamos al desierto, a bordo de unos carruajes decorados con telas del Rajastán y tirados por dromedarios, donde nos amenizan la velada también con danzas y música. Desde luego, la cena en el desierto, preparada en los hornos Tandoor, es una experiencia impresionante, con el ritmo de la música y bajo un cielo de estrellas impactante.
Jaipur
Desde Pushkar pasamos a Jaipur. Nos alojamos en el hotel Rambagh Palace, otro palacio de la cadena Oberoy. Este hotel es una auténtica maravilla, también situado como decimos en un antiguo palacio del Maharajá de Jaipur. Una de los cuartos principales contiene el cuadro con la figura de la Maharaní, Dara Devi, una de las mujeres más bellas de la India.
Tiene la peculiaridad, ciertamente suntuosa, de que tiene un restaurante en el que todo es de oro, incluso los utensilios de cocina o objetos decorativos son de oro. Un lujo de la cadena Taj.
En Jaipur también visitamos el hotel Raj Village, donde tenemos una clase magistral de cocina por parte del Chef Barum, experto en cocina india, en la que disfrutamos de todas las especies típicas de la India, de todos sus secretos, y preparamos un delicioso curry.
Agra
En Agra, desde nuestro hotel, el fabuloso Amar Village, se ve el fabuloso palacio Taj Mahal desde todas las habitaciones, algo maravilloso y sin duda una de las experiencias más esperadas de todo el viaje. Ver este monumento reconocido en todo el mundo, dedicado y construido gracias al amor, es una vivencia que no podremos olvidar.
Esta última parada nos sirve de broche de oro para el viaje. Todo el viaje a la India supone un reencuentro con nuestros sentidos y con nuestro yo más profundo. El viaje a la India nos cambia, nos transforma, nos enseña y nos descubre elementos de la vida que nos sorprenden a cada paso. Y si el viaje se realiza junto a un grupo tan ameno y divertido, disfrutando de los espacios más exclusivos y viviendo las experiencias más inolvidables, no tiene igual.
