Por Xavier Horcajo
Normandía aun esperaba en sus playas a los “soldados Ryan” para liberar Francia del yugo hitleriano que ocupaba el país desde dos años antes, cuando en 1942 los productores de Calvados atesoraban el aguardiente destilado de sidra y naturalmente nieto de la manzana, viniera al mundo con nacionalidad francesa. Su denominación de origen lo ligaba a aquellas tierras, pero su legítimo orgullo no obsta para que sean solo padres adoptivos del licor.
Hay que remontarse mucho en la historia para situarnos tras la ejecución de María Estuardo, en 1587, cuando Felipe II -ayudado por el Duque de Parma, Alejandro Farnesio, y del almirante de la Flota de Lisboa, Álvaro de Bazán- ordenó a su Flota que se aproximaran a las costas de Inglaterra con intención de invadirla, reclamando el trono para sí el trono inglés. Aquella Armada invencible se enfrentó antes que a los ingleses, al mar, que convirtió la travesía del Canal en un infierno comparable al combate establecido entre las dos flotas frete a la isla de Wight, a finales de julio de 1588.
El “San Salvador”, la nave de Oquendo, sufrió un grave incendio, tras la explosión de unos barriles de pólvora. Algunos de sus marineros llegaron a la costa sur cabalgado sobre barriles de un aguardiente de sidra que llevaban a bordo de procedencia asturiana “sin bautizar”. Llegaron a tierra –abrazados a unas barricas de licor de sidra- en algún punto de la costa de Normandía, entre Cherburgo y Le Havre, quizá cerca de Caen. En tierra, sanos y salvos, aunque seguramente aturdidos, vieron manzanos. Allí se quedaron, y brindaban por su “Salvador”, lo que dio paso al brindis local: “Calvado” con licor destilado de aquellas sidras. El resto, ya se lo imaginan. Por cierto, si lo quieren probar en Francia, basta con pedir: “en Calvá”.
Los nobles romanos adoraban las trufas. Tanto las blancas, como las negras. Se dan en Italia, Francia y España. Y siendo que en España, se consumen menos que en los otros países mediterráneos, es donde mejor se da la más valorada: la tuber melanosporum, o trufa negra. Como con el aceite, trufa española llega a Italia para ser comercializada natural, congelada o para producir crema de trufa negra. La blanca es ineludiblemente piamontesa (ligada a la ciudad medieval de Alba, la patria chica de los dulceros Ferrero) y no es cultivable. Los franceses volvieron a ser los más avispados y dieron el apellido de “Périgord”, a la trufa del Quercy (el valle occitano de Lalblanque). Pero esta “batalla de la trufa” no se nos puede escapar. El “diamante negro del bosque” se cultiva en Soria y en Teruel, principalmente, en Castellón, en Aragón, en Navarra, en Cuenca o Albacete, incluso en Jaén. Hasta en la comarca de Cartagena donde producen la “trufa del desierto”. No repitamos lo del Calvados.